viernes, 22 de junio de 2007

PARIS, tu habitación, tu cama...


Durante la II Guerra Mundial…
Dos billetes de avión, tres personas para embarcar, ¿quién queda sin viajar rumbo a Lisboa?
Tras años sin tener noticias suyas, se cruza por su camino y lo enmudece. Mantiene la compostura y con el rictus serio la observa igual de hermosa que la última vez que la vio con aquel vestido azul.

Bogart versus Bergman, frialdad frente a latidos incesantes escondidos en los brazos de Laszlov.
¿Cuántas veces hemos tenido que fingir? ¿Cuántos acontecimientos debemos dejar entrever para que piense que nos hemos divertido desde entonces? ¿Y cuánto la seguimos queriendo?
Detrás de la sonrisa cínica de Bogart, nos hemos escondido muchos queriendo expresar nuestro buen sentir cuando realmente huele a podrido.
Planeamos a cada instante nuestro comportamiento por si regresara, por si volviese y estamos gustosos de demostrar nuestra firmeza cuando de repente se cruzan nuestras miradas, cuando reparamos que es ella y que nos está mirando.
Es en ese preciso momento, en el que deseamos que todo termine, que se largue por donde ha venido, pero ella tiene el gusto de presentarnos a su esposo.
Firmeza Bogart, firmeza.
Cae la noche, refugiados en aquella botella ya podemos quitarnos el disfraz, estará únicamente Sam para ayudarnos.
Apelamos a la fuerza, intentaremos controlar la situación que nos desborda…-“You play it for her, you can play it for me”, pero mientras pasa el tiempo seguimos echándola de menos.

Y está ahí, sentada, tomándose una copa con su marido. Comparte un sueño, marchar a América y casi de casualidad te encuentras con los ansiados pasajes en tu poder.
No es el destino, son simplemente los guionistas que tienen que poner al pobre de Bogart en una situación algo más traumática. No es suficiente con esperar en una estación y partir en un vagón solitario sin ella, no es suficiente intentar olvidarla, ni tampoco que de todos los bares del mundo tenga que ir a parar al suyo, eso no es suficiente. Además él tiene en sus manos la ayuda que necesitan.
De repente aparece ella, mencionando aquella historia de amor tantas veces recordada en su ausencia… quiere los pasajes y recurre a París. ¡Qué buena jugada Ingrid!
Conmigo versus hasta siempre.
Y llega como sin quererlo al aeródromo donde ya tiene su decisión tomada. ¿Dejar correr el agua atrapada en la presa? o ¿ayudar a la causa de Laszlov?

Siempre nos quedará París, aceptar que todo se acaba, y sí, no te negaré un paseo cerquita del Sena, ni una visita al Louvre o un encontronazo contigo por aquel mundo bohemio de artistas y literatos, pero qué pasa con los lunes, martes o domingos, Praga, Venecia o algún lugar suramericano; tu apartamento, tu habitación, tu cama donde compartimos sentimientos o todos aquellos rinconcitos, historias escondidas entre callejuelas, canciones, fechas y demás que convergen hacia ti…y que también nos quedan.



No hay comentarios: