jueves, 6 de septiembre de 2007

Buenas noches

Miraba por mis binoculares desde mi balcón. Buscaba la extinción de alguna estrella, el paso de algún cometa, el saludo de alguna nube.
No hallé nada...

Bajé la vista sin dejar de mirar por los prismáticos cuando me topé con un edificio. Estaba oscuro, todo el mundo estaría dormido y soñando o jugando en la oscuridad. Sin embargo en aquel damero de marcos de ventanas blancos observé la única luz encendida.
Me pareció ver a alguien, enfoqué bien y encontré a una bella muchacha que me sonreía. Parecía que me estaba esperando, ansiosa de ver cómo mis ojos fijaban la atención en su boca, en su lengua, en sus piernas...Estaba desnuda, tumbada en la cama. ¡Me quedé ciego!
¿Momento para salir y hacer una visita inesperada esta noche?
Fui a buscar las llaves y al volver a coger los prismáticos para asegurarme que no se había ido, vi cómo follaba con otro.

De todas formas me miraba y me seguía sonriendo con la cabeza vuelta hacia mi, mientras el muchacho se empotraba una y otra vez contra ella. Cada vez más rápido y ella no movía ni un sólo músculo.
Continuaba clavando sus pupilas en las mías cuando él paró y sacudió su cuerpo por última vez. Ella solo agarró fuerte su espalda y antes de apagar la luz pude leer en sus labios: buenas noches.

Intenté olvidar lo ocurrido mientras trabajaba, ya en el día siguiente, pero cuando la medianoche llegó algo me llamaba. Yo estaba sumergido en la última novela de Ruiz-Zafón que había adquirido, pero paré la lectura y no por estar interesado en ver una peli porno en directo sino por aquellos ojos, aquel cuerpo...
Alcancé el balcón, enfoqué a la misma ventana iluminada y de nuevo aquella escena.
Ella desnuda montándoselo, esta vez, con otro. Lo que no cambiaba era la posición de su cabeza, apuntando hacia mi balcón.
Sabía perfectamente que la miraba desde la oscuridad de este y su cara era la de: llegas tarde. Era cierto porque poco tardó en apagar la luz no sin antes decirme: buenas noches.

Al día siguiente cené en el balcón. No quería perderme el espectáculo y reservé entradas en primera fila. Esa noche no hubo función y aquella muchacha que me devoraba con la mirada mientras la devoraban a ella, no apareció.
Esperando en la silla de mimbre me tuvo varios días, concretamente hacían 5 desde nuestra última cita prismática.
De repente, se encendió una luz en el piso de mi misteriosa muchacha que fue ascendiendo desde el tercer piso al séptimo. 3,4,5,6 y 7...
Alguien subía las escaleras dejando a un lado al ascensor.
Tras unos segundos percibí una luz en la azotea: era una linterna. Cogí mis prismáticos para ver qué era. ¿Y quién iba a ser? ERA ELLA.
Volvía después de su letargo y estaba como siempre, desnuda. Unas cartulinas que llevaba tapaban sus redondos pechos. Las alumbró y esforzando la vista pude leer en la primera cartulina: HoLa mE llaMo JULIA.
ApaGUé La luz paRa Ti, leí en la segunda.
TE esPeRÉ VesTidA. ErAS Mi rOpa.

Se deshizo de las cartulinas mientras el aire rodeaba su cuerpo.
Lloraba, miré sus labios, BUENAS NOCHES y saltó.

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