No le importaba que todo fuera un sinsentido, sólo quería llorar y echarlo fuera.
Hacía tiempo que no frenaba, que no se identificaba y se encontró sonriendo (preocupado y con alegría al mismo tiempo). Slowly, pasaría al ordenador, como si tocase el piano, tecla por tecla, pasando por la barra espaciadora con la presión exacta para no hundirla en demasía, esas líneas que le remitían tranquilidad.
Paraba. Punto y aparte.
Sin ningún sentido sexual, la acariciaba con suavidad, sin incomodarla.
Son de esas fotografías que tienen como objetivo alcanzar escenas íntimas, aquellas por las que caminaba entre bocetos, frases descolgadas y sonrisas. Escribía acerca de la noche anterior, de su regreso a casa con las manos en los bolsillos y mirando los adoquines (paving stone). El saludo de la amarillenta luz de las farolas que proyectaba su sombra en las paredes desconchadas, mostraba el camino a su reflejo.
Su cara mirándole a los ojos firmemente.
Pensó en agarrarla fuerte. No tenía que hablar mucho más. Standby en progresión.
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