Buscando caballitos de juguete

Dije sí, sin pensarlo. Había algo que me impulsaba a ir, a conocer aquello que era nuevo para mí.
Expectante. ¿Qué descubriría en aquel lugar?
Mi curiosidad se despertó apenas hacia una semana y todo gracias a ti (tú sabes quién eres).
Llegué y me adentré por completo en un nuevo mundo. Titubeaba, sentía nervios pero en un segundo se esfumaron.
¿Cómo no iba a sentirme tan contento?

Fui el observador de un mundo que tenía perdido en mi recuerdo. Ese mundo en el que revolcarse por el suelo es habitual, saltar de un sofá a otro es la mayor aventura y reírse es el mayor de los problemas.
Jugamos y el tiempo pasó deprisa.
Caritas sonrientes que se preguntaban quién era ese muchacho que había llegado. En su interior pensarían, esperemos que no seamos simplemente la diversión de unas horas, y se afanarían por pensar que les traería nuevas cosas, nuevos sentimientos...
Allí jugaban con sus ojos repletos de luz, brillaban tanto como los míos, cuando uno me eligió para colocarle aquel pijamas de ositos.

Se divierten sin ser conscientes de lo que ocurre a su alrededor, no se preguntan por qué y tú te vuelves otro mocoso más que dejas los problemas de esta triste sociedad en la puerta.

Una película de Disney, que queda oculta para nosotros según pasan los días, los meses, los años y que es difícil recuperar.
¿Dónde te metiste tanto tiempo?

Indefensos, te miran como si fuese la última vez, como si tuvieran cariño a porciones y te son fieles a pesar de que estés 3 horitas con ellos.
Manitas pequeñitas que te señalan, que solo quieren un poquito de atención.
Su ilusión parte de lo más insignificante para nosotros y vienen a contártelo con una alegría desbordante.
Las palabras se esconden cuando siento sus brazitos abrazándome, cuando me sonríen o me piden que les acompañe...

Medicamento para mirar para adelante. Para seguir luchando y encontrar el caballito de juguete dentro de la cesta.


NOS VEMOS EL VIERNES.