sábado, 8 de noviembre de 2008

Tarde de septiembre

He mirado a Rembrandt a la cara.
- "Buenas tardes", le dije mientras pensaba lo bien que se conserva.
Sin mediar palabra avancé por la sala y observé la partida de cartas más interesante de la historia. Yo ya imaginaba
la jugada aún sin conocer de mus, póker o lo que fuera a lo que estuviesen jugando,
pero decidí no ensalzar a los jugadores pues en la planta de abajo dormía una señorita sobre su mesa.
-"Vete a la playa, toma un poco de sol" le sugerí de forma respetuosa a Felipe IV.
Delegaría sus funciones al Conde-Duque por un tiempo.
-"¡Unas vacaciones te voy a dar yo a ti!", le escuché exclamar. Obediente a la corona, me dirigí a Tahití para disfrutar de una siesta en el exótico destino donde las frutas te a sirven negras de pelo azabache.
Me largué de allí con el mismo aire fresco que mueve al ciprés porque las 17.30h se avecinaban,
sin embargo tuve tiempo de despedir a Sócrates como cual discípulo antes de perderme entre la arboleda.

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