miércoles, 26 de marzo de 2008

Guiño al de Úbeda


Como el roquefort dulce a la mermelada de arándanos.
Como el dátil al bacon o la fresa al chocolate.
Como la miel a la torrija o a tu tostada de mantequilla.
Como el jamón a las habitas y la anchoa a la aceituna.
Como el guacamole a los nachos.
Como el champán y la nata al salmón, como las papas fritas al mojo picón.
Como el pan de pita a la carne de ternera.
Como la pasta a un buen refrito.
Como el café al único terrón de azúcar.
Como el ajito y el perejil al chipirón a la plancha.
Como el queso fresco a la palometa.
Como la hierbabuena al caldo del puchero.
Como la morcilla o las espinacas a los garbanzos.
Como la salsa de soja al tres delicias.
Como el flan al caramelo.
Como la agridulce al cerdo.


Así degusto yo.

Jugando a las palas detrás de la sombrilla

Un domingo cualquiera de verano. 10 de la mañana.

Lee el cartel de siempre, ese que le indica que a pocos kilómetros podrá disfrutar de una vista tranquilizadora.
Baja la ventanilla del coche para sentir la brisa y ese olor a sal que antes de su regreso impregnará toda su piel.
El sol llena todo el salpicadero y ella se preocupa por la tortilla y los demás avíos que guardó en el maletero. Vayan a ponerse malos con tanto calor, piensa.
Echa un trago de la fría botella de agua.

Freno de mano. Casi las 10 y media.

Baja del coche y enseguida toma la butaca de rayas blancas y azules. En la derecha, bolsas con una gran variedad de contenido bien protegido por el papel metálico que le deslumbra debido la reflejo del sol. Se pone las gafas y allá que camina hacia el sitio donde su marido, con mayor o menor destreza, (ella apuesta por lo segundo), levantará su territorio conquistado por un día.

Cuando el calor aprieta decide darse un baño salado en la fresca masa de agua que tiene ante sí. Caminado hacía la orilla recuerda cuándo sus padres la llevaban allí, cómo se zambullía entre las olas y cómo salía arrugada guardando parecido con una cría de shar-pei.
Evaluó la temperatura con el dedo pulgar de su pie derecho y con gesto de no está tan mala se introdujo casi hasta la cintura.
Se mojó la cara, los brazos y pronto decidió volver para tomarse algunas patatas fritas y comprobar si su marido había despertado del letargo que le producía su intensa lectura del As.



Las 14´30 horas.

Una vez que su marido sustituyó la lectura deportiva por el vaso de tinto, observó que era la hora de comer y preparó todo en una mesita. Todavía estaba la tortilla cubierta (había que tener cuidado con la arena) cuando se levantó en busca de sus nietos que habían estado jugando con la pelota.
“¿Dónde coño estarán los niños?” se preguntaba mientras miraba a un lado y a otro con la mano derecha en jarra.


P.D. http://www.flickr.com/photos/mpardogenis

martes, 25 de marzo de 2008

"Su mundo" en un semáforo


Encontró aparcamiento. 20.30 horas aproximadamente.
Suspiró, dejando caer las manos del volante y se desabrochó el cinturón.
Se la veía cansada.
Vendría de trabajar pues le acompañaba una carpeta y la típica bolsa de cartón de una marca que no recuerdo (me atrevería a decir que era Zara).
Con todo ello echó el cierre automático y los intermitentes de su coche parpadearon despidiéndola hasta el día siguiente.
Caminó poco. Volvió sobre sus pasos y se cercionó que había cerrado bien. Efectivamente sí, pero es una de esas costumbres que hacemos sin saber muy bien el porqué.
Caminó rumbo a casa de forma cansina. Muy cansina.
Quizás había estado arreglando una gran cantidad de documentos para su jefe. Ese que quizás reiterase en quedar con ella fuera del horario laboral, dejando a mujer e hijos en casa
¿Podía ser ella la jefe?
Quizás era una abogada de alto prestigio que regresa a casa sabiendo que tiene que preparar algo para la cena.
¿Tendría marido?. ¿E hijos?
Quizás sólo quería tirarse en la cama sin desvestirse y levantarse tarde. Cenar un sandwich de jamón york con queso y dejar de oír los distintos comentarios de las pesadas reuniones presupuestarias.
¿Sería todo eso?. ¿O al contrario?. Quizás nada.

Verde.

Having a shower

Giro hacia la izquierda el regulador. Caliente.
El rizo mojado se abalanza sobre mi cara mientras escupo agua sobre la mampara empañada.
Tomo el mango como si de un micrófono se tratara y ya tengo montado el concierto, aquel que termina con la explosión de todos los fuegos artificiales de la paja matutina que retrasa mi encuentro con el desayuno.


El champú resbalando por tu espalda.
Se desliza desde la cabeza bajando por la cascada de tus pechos hasta el suelo, algunas gotas se montan en la montaña rusa de tu vello púbico...


Cambia mi sensación térmica, abierto están los poros.
Araño el espejo en busca de esa cara que me devuelva la sonrisa que se evapora al instante.

domingo, 9 de marzo de 2008

El magret atragantado

1,2,3,4…[y 19] fueron a cenar.
El 19 sumó uno más.
1 cenó solomillo,
2 roast-beef,
3 unía algas a la corvina
4 repetía con la carne

Quizás 2 x 2 = 4, más acompañantes.
4:2 = 2. Cálculo matemático.

El 20 vio.
Alto porcentaje de conversaciones calladas.
Suma de reproches, resta de oportunidades.
El 20, espectador interno.

Encabronamiento

cállense, fuera de aquí.
el semáforo rojo
el chiste facilón del (des)conocido
el comentario en la prensa
las nubes
la patada al aire en vez de dártela en la boca
incomprensible, el tino del prefijo des[...]


[...] Tu puta madre!

miércoles, 5 de marzo de 2008

Y yo sin desayunar

tocar, gritar, sudar.
lamer y morder.
gemir y sentir.
acariciar, acelerar, frenar.
desnudarse, correrse y acostarse.
¿dormir?, despertar.