domingo, 26 de agosto de 2007

Prólogo de un abandono

Tirado sobre la alfombra de una pequeña habitación estaba nuestro hombre.
Sin afeitar y con los ojos rojos. Junto a él, una botella de algún alcohol que no llegué a reconocer y dos latas vacías de cerveza; estas si las conozco.
En una esquina espera a no sé qué, pero creo que no va a volver.
una luz tenue ilumina unas cuantas hojas que se posan en el suelo junto a su mano izquierda. Este foco de luz da importancia a unas palabras situadas al final de cada hoja: TE ODIO.



Por lo que pude ver al principio hay una fecha en la parte superior derecha de las hojas, por lo que deduje que se trataban de cartas. Pero cartas de quién.
Quién odia a este hombre desaliñado, a medio peinar y que sofoca la soledad entre cuatro paredes.
Atrás quedaron los intentos de emprender otra vía, el salir adelante y olvidar. Atrás quedaron las pajas de media noche y también las del desayuno.

Eran las 11.38 de la noche cuando bajé las escaleras y me acerqué a la puerta. Asustado porque había escuchado gemidos y no eran precisamente de cama.
Era una noche de verano y en el bloque, que yo supiera, sólo estábamos la vecina del 5º. Es esa señora viuda de entorno 60 años y que gasta laca la mayoría de su pensión.
Aparte de ella, yo. 28 años, enamoradizo y que vive solo en su estudio. Empleo demasiado tiempo en estudiar guiones de cine y captar diálogos surrealistas.
Cuarto de baño, cocina con gran encimera y saloncito y habitación con cama de matrimonio tristemente resignada a la situación de su soñador amo.

Justo debajo de mi mesita de noche, se encontraba este vecino desconocido para mi. Había llamado a la puerta, estaba abierta, pregunté y los gemidos cesaron.
No había obtenido respuesta pero no podía dejar de avanzar por el estrecho pasillo.
Cortinas cerradas, sonido constante de una gota que cae del grifo de la cocina y al final de mi camino, aquella luz...

viernes, 17 de agosto de 2007

FUERA DE TIEMPO


Y abrió la puerta y allí estaba, de espaldas mirando por la ventana.
Ella sabía perfectamente quién era, su corazón bombeaba sangre cada vez más aprisa, al compás de cada escalón que él había subido; de 3 en 3.
El tintineo de las llaves introduciéndose por el ojo de la puerta...

Y allí estaba con sus vaqueros y su camiseta despintada. Se había olvidado, a propósito, el sujetador y el algodón disfrutaba de la suavidad de sus pechos. Sonreía y esperaba sentir la respiración, la de él, en su nuca.
Y allí de pie continuaba, sin mirar lo que ocurría, como esperando de sorpresa, mientra él dejaba la mochila en el sofá y se quitaba el gorro que le protegía del frío a la vez que escondía su alborotado pelo.
La abrazó, la tomó por la cintura y deslizó su dedo corazón desde su garganta, la de ella, hasta su ombligo, la de ella también.
Poco después, habiéndose ya desprendido de la ropa, ella cerró los ojos antes de darse la vuelta y besó sus carnosos labios rojos. Se dejó llevar sin pensar y cuando acabó, hablamos de él, le besó en el cuello y comenzó a vestirse.
Y allí estaba ella, tirada en la cama, respirando a gran velocidad tras haber jugado al mentiroso.

Y abrió la puerta y allí estaba, de espaldas mirando por la ventana.
Ella sabía perfectamente quién era, su corazón bombeaba sangre cada vez más aprisa, al compás de cada escalón que él había subido; de 2 en 2.
El tintineo de las llaves introduciéndose en el ojo de la puerta...

Y allí estaba ella, desnuda...La luz de una lejana farola alumbraba su cuerpo bañado de lágrimas que se precipitaban al suelo.
Cuando iba a dejar la mochila sobre el sofá y despojarse del gorro que le recogia su alborotado pelo, la vió y percibió cómo su corazón, el de él, era atropellado en pleno paso de peatones.
Y allí quedaba ella, mirando por la ventana cómo este huía, con un andar cansado como llevado por la marea, sin nada que perder.

Y ella allí, llorando, pensando únicamente en ÉL, en su vuelta, en su soledad y en la palabra TARDE.

sábado, 11 de agosto de 2007

Pasajeros al tren



Alguien sabe qué se siente cuando vas en un tren mirando por la ventana...
Todo se para aunque vayas a toda máquina.

Quizás has dejado lo que te quedaba en aquella triste estación antes de subirte.
No sabes qué te ocurre, pero puedes sentir un cierto vacío, desnudez...
Quizás estabas deseando coger ese tren para olvidar lo que tenías y empezar de nuevo.
Quizás huyes del pasado o emprendes el camino de vuelta.

Te vas a casa o regresas.
Puede que no vayas a ningún lado, solo que te dejes llevar...
Praderas, montañas, algún pueblo a lo lejos...todo pasa veloz mientras miras por esa ventana llena de dedos marcados.
Sólo te distrae el revisor pidiendo el billete pero vuelves al desvanecimiento anterior cuando este camina por el pasillo hacia otro pasajero.

No sabes que explicar lo sucedido después, al bajar y llegar a tu destino que puede ser ninguna parte.
Quizás la vida es un tren, sufre retrasos, existen paradas, alcanza gran velocidad pero siempre hay un momento en el que se detiene, no para pudrirse sino que frena para mostrarte lo que eres, lo que quieres, lo que piensas.

Quizás ese momento llega cuando subimos a un tren y no sabemos qué ocurre...